Mis luciernagas

lunes, 28 de marzo de 2011

Antes

La posibilidad de vida después de la muerte, es ciertamente algo que nos inquieta a todos, sin exentar raza, sexo o religión. Lo que muchos no saben, y creadme, es certero; es que al momento de morir, la naturaleza se recoge en una diminuta partícula, y todas las posibilidades se condensan en una sola, la oportunidad del moribundo, es única e irrepetible. La muerte concede a quien muere la capacidad de hacer cualquier cosa que se le ocurra. Pero ahí está el truco, pues no podemos revertir lo que sucede a continuación, ni retardarlo, ni cambiarlo. En sí, es una condescendencia totalmente inútil, aquellos que se aferran a la vida, y que luchan contra sus parpados hasta el ultimo aliento, son aquellos con más posibilidad de actuar - por muy irónico que parezca - pero, la mente de un moribundo es algo un poco más complicado que eso, cuando llegó mi momento, mi esposa me sujetaba la mano derecha, sus cabellos ya canos brillaban tenuemente, la sombra negra que había venido a visitarme a diario desde que me diagnosticaron cáncer. La sombra no es algo que reconoces fácilmente, apenas y se diferencia de las otras, lo que sucede, es que esta se mueve con voluntad propia, y es un eco de la nada. Siempre que estaba sólo, se posaba en la pared opuesta a la de la ventana, la caída del sol sobre su contorno, no la hacía titilar o desaparecer. Era entonces cuando su negrura y simplicidad te afectaba la vista, y sabías exactamente que iba a pasar. Como les decía; esa posibilidad, es algo que muy pocos han podido tomar, no todos conocen el secreto, y como muchos saben, a pesar de que sea la misma muerte la que me visita a diario, no deja de ser una sombra; no puede hacer nada para ayudarnos o perjudicarnos. Una observadora inquietante. En mí caso, mi abuelo me había estado a cargo de una litografía durante toda su vida, leyó más libros que cualquiera que haya conocido en mi vida, en las noches de tormenta, cuando me asustaba y me colocaba debajo de la cama, antes de dormir, me dejaba siempre un libro sobre la mesa, y un trozo de papel manchado de tinta y letras en el. Todos los apuntes y temas que había disfrutado de los libros, a mis trece años, contaba con una colección completa de libros que no debería haber leído hasta la universidad, y un montón de papeles con letra casi ilegible. Uno de ellos en partículas, el de el 13 de agosto de 1946, la fecha previa a la muerte de mi abuelo, me había escrito la siguiente nota:





Es extraño que en la medida en como olvidamos, recordamos lo inútil. A la hora de morir, pensé en mi vida, no recordaba el texto de mi abuelo, ahora que tengo todo a mi disposición, es difícil ignorar consejos como ese, mi abuelo, fue de esas personas claves. De aquellas que encuentras una vez en la vida, y la cambian por completo. Desafortunadamente, la memoria de un viejo no da para muchos recuerdos valiosos. El abuelo no conocía el secreto, pero conocía la escencia en él. Habría podido decir "lávate la boca antes de dormir", o "nunca le lleves a la contraria a tu mujer" - ese ultimo me habría resultado útil de alguna manera. Lo siento Kaeley, querida: en las mañanas, tu humor era tan negro como tu alma. Te amo. - Pero, cuidó de mí hasta su ultimo aliento, tal vez no escuchemos las campanas, pero efectivamente sabemos que las dejaremos de escuchar en algún punto. Yo no conocía ni la escencia, ni el secreto. Pero conocía a mi abuelo, y lo recordaba y lo anhelaba tanto, que sus palabras se grabaron en el fondo de mi mente. Lamentablemente, el no se pudo reunir conmigo en ese instante, no físicamente, pero podía sentir la ansiedad de terminar con todo, y la paz que siempre dijo que necesitaríamos para afrontar el tribunal. No desee prolongarlo, sólo no hacerlo tan tormentoso como esperé que lo fuera. Dirás que fue un desperdicio, con paz o no, el juicio llega. Y no hay nada contra eso. Pero si te lo estoy contando, es por que quiero decirte: que en el momento, el cansancio que sentiste en tu vida, no es nada comparado con lo que te espera del otro lado. El parque, La estación. El tren. Y finalmente. Estás en casa.

6 comentarios:

  1. Pff!
    Me hiciste extrañar más a mi reliquia del recuerdo.
    Abuelito: Siempre te recordaré.

    ¡Hermoso, Emma!

    ResponderEliminar
  2. la mente de un moribundo... el q esta en la linea exacta para caerse de un lado o de otro.

    porq los abuelos tienen q ser tan sabios?? ((jaja, pregunta tonta))
    extraño a mi abuelitoo :(
    el hacia algo especial, no como lo escribiste, pero en fin, es similar. y me hace extrañarlo.

    ResponderEliminar
  3. ¡Interesante! Como gracil trapecista has bailado sobre la sutil línea entre mundos que algún día todos cruzaremos.

    ResponderEliminar
  4. La gente no debe lamentar cosas que no son su culpa, no Emma?

    ResponderEliminar