Mis luciernagas

jueves, 10 de marzo de 2011

Las alas perdidas


Para lissy, Val & Eugenia


No miento cuando lo cuento, no estuve ahí pero me lo dijeron, no hace mucho tiempo; en un hospital, nada diferente de los que conocen, con las paredes inmaculadamente pintadas, y el olor a desinfectante flotando en el aire, la combinación es una mezcla de muerte, enfermedad y tristeza. Enfermeras caminando de aqui para allá, Kara las observaba mientras esperaba su turno, la silla era incómoda, el plástico azul de la silla hacia que se deslizara hacia el borde. Pasaba una y otra vez la mirada sobre el reloj de la pared, cinco minutos y el horario de visita comenzaría. Dos semanas atrás, estas preocupaciones no alterarían a Kara, pero desde que él había entrado en su vida, todo parecía cambiar de matiz, la verdad era dolorosa, pero había tenido que resignarse a ella, en el silencio que la misma exigía, sobrellevar todo era más difícil.

- ¿Señorita?. Puede entrar ahora. - Una enfermera de cabello negro toco su hombro.
- Gracias.
- Sigame - La enfermera ordenó. Kara la siguió en silencio, en la habitación el brillo suave de la mañana había inundado la habitación, en total desacuerdo con la fecha. Los cielos deberían haber estado oscuros, con nubes negras en el cielo y nieve cayendo a su alrededor. Pero no era así. El ultimo día de Jhon era completamente diferente a lo que Kara se había imaginado. Según los doctores, el tumor de Jhon había avanzado de tal manera que era imposible detener lo inevitable. Sólo dos semanas. Y Kara ya creía perder el alma. Jhon no era la clase de personas que normalmente encuentras en un parque, o leyendo en la biblioteca, de hecho, Kara no conocía ninguna persona como Jhon, él no era de ningún tipo, Jhon era Jhon. Ella lo había notado, la extraña posición de los hombros de Jhon, algo parecido a una joroba, pero no definitivamente, los hombros le encajaban de tal manera que parecía solamente que estuviera encorvado, había notado el movimiento de sus huesos, más agudos en los omóplatos, filosos. Cada movimiento era tan pulcramente desarrollado, que había creído que era parte de su constitución, hoy se daba cuenta de algo diferente. Hoy todo era su culpa. Jhon iba a morir por su culpa.

Hacía tres días, mientras caminaban juntos por la calle, un imprudente conductor había derrapado por la acera, seguramente victima de el alcohol, no era dificil adivinar la dirección del coche, iba en dirección a Kara, Jhon la había tomado en brazos y la había hecho a un lado, pero había olvidado soltarla y ambos rodaron por la acera, la delgada camiseta negra de Jhon no había sido suficiente escudo, y su espalda había quedado demacrada por el impacto, el coche dio en u blanco después de todo. Kara, se había enterado después de todo, que Jhon iba a morir tarde o temprano, pero había sido su culpa que el proceso se hubiera acelerado, el accidente había tocado una parte muy delicada del tejido del tumor, y ahora no quedaban esperanzas, le habían dado los días contados.

- Jhon. - Los ojos grises de Jhon destellaron cuando Kara entró. - ¿como te sientes?
- Como si un coche me hubiera golpeado y hubiera pasado tres días en una cama. - Kara sonrió y camino hacia el catre, un sillón de color crema estaba al lado de la cabecera, Kara lo ocupó y tocó la frente de Jhon. Había sentido admiración por la coloración extraña de la piel de Jhon, no del todo de color crema y no del todo dorada. Ahora estaba mas pálido de lo que lo había visto, el corazón se le cayó al piso cuando Jhon la miró de nuevo, la vida se escapaba en cada pestañeo. 
- Jhon, yo...
- Kara, esto no es culpa tuya, el conductor estaba ebrio, fue cuestión de suerte...
- Pero si me hubiera golpeado a mí esto no estaría sucediendo.
- Kara, tarde o temprano iba a suceder; hay algo que debo decirte. - La voz de Jhon era casi un susurro, él no quería irse sin despedirse de lo único que le quedaba en el mundo. - Sé lo que los doctores dicen, Kara. Ya es hora.
- Pero Jhon...
- No, Kara. Déjame terminar. Ayúdame a incorporarme - Kara obedeció, y puso sus manos sobre su regazo, obligándose a sí misma a no tocarlo, el cabello de Jhon caía en mechones lisos al rededor de sus ojos. - Cierra la puerta.

Kara se levantó y agradecida por poder retirar la mirada, cerró suavemente la puerta.

- Kara, hay algo que debes saber. Yo no llegué a tu vida por casualidad, vine a salvarte. Sabía lo que iba a suceder, el hombre del accidente, él..., es decir, él, iba a matarte. Su esposa lo había dejado por que tenía problemas con el alcohol, el mayor Sam, le acaban de descubrir cáncer de pulmón, y según la madre, el estado de Sam, no da para soportar situaciones como las que el hombre produce, cuando encontró la carta de su esposa diciendo que se iba del estado, quedó completamente destrozado - la voz de Jhon se aagaba, y los ojos de Kara se inundaban de lagrimas, pero ni una sola se derramó - consumió todo el vino de la casa, y en su estado de embriaguez, sacó su coche. Él no tenía miedo ahora de acabar con su vida, ya que se habían llevado parte de eso con Sam.
- ¿Como sabes eso, Jhon? - La voz de Kara era tan suave en los oídos de Jhon, que él se distrajo por un momento en la melodía, su nombre pronunciado con tanta delicadeza...
- Kara, tu ya lo sabes. Siempre lo supiste, no es la primera vez que me vez, y lo sabes.

Era cierto, Kara había tenido sueños extraños desde hacía tiempo, cada vez más reales e incoherentes. Todos terminando de la misma manera, ella en brazos de alguien que -podría ser demasiado alto y con piernas invisibles- o definitivamente estaba volando.

- No sé a que te refieres, Jhon. Es la morfina, deberías descansar un poco - Kara desvió la mirada hacia la intravenosa. Los ojos grises de Jhon la penetraban hasta lo más profundo de su cabeza.
- Sí lo sabes. Kara, sólo quiero que sepas, que las últimas semanas han sido las mejores de toda mi vida, y mira que es decir bastante. - por diferencia de cientos de años quizá - Debo volver allá, pero antes de eso, quiero que sepas, que has sido mi cielo en la tierra, cualquier dolor ahora vale la pena. - El camisón de Jhon tembló en la espalda, había algo oculto ahí, y Kara sabía lo que era, sólo que no quería aceptarlo. - Puede que en este momento no sepas de lo que hablo, pero en el fondo lo sabrás algún día, realmente te amo, Kara. Y creo que no podría amar a nadie más, por más veces que viviera. Hubiera querido tener mas tiempo contigo, pero debo regresar, debo protegerte desde arriba. Pero voy a estar más cerca que nunca, Kara. 

Las lagrimas de Kara se desbordaron finalmente, y la mano de Jhon se ahuecó en la mejilla de Kara. Ella no sabía que decir, podría alegar demencia en defensa de Jhon, pero en el fondo, las palabras no sonaban tan extrañas como deberían, la familiaridad que sentía a su lado no podría ser explicada de otra manera, 

- Si supieras cuanto te voy a extrañar... - La voz de Jhon era apagada, y era mas cercana a un suspiro. Kara sabía que lo había amado desde que lo había visto, sólo que había sido muy tímida para aceptarlo, no era un amor humano lo que podría sentir, esto trascendía de tal manera que no podía explicar. La mano de Jhon seguía en su mejilla. Kara se levantó del sillón y se sentó en la cabecera y pasó sus dedos finos a través de el cabello de Jhon, tan delgado y suave como lo recordaba. Ella besó su frente. Sus parpados, y descendió por la mejilla hasta la curva de su mandíbula. Jhon no se había sentido más humano, la sensación de calor que se expandía por su cuerpo no era como algo que sintiera antes. Él sentía su pulso acelerarse, y tomo la cabeza de Kara inclinandola un poco; ella no podía decir como, pero de alguna manera, los labios de Jhon sabían a miel, tan dulce que era adictivo. Kara apenas podía respirar, Jhon tomaba vitalidad de donde no tenía, y cuando libero los labios de Kara, aún tan cerca que podía sentir su aliento dulce sobre su rostro. - Te llevaría conmigo si pudiera...
- Hazlo, no me importa.
. No, Kara. Tú tienes una vida. Y mientras tú estés aquí, eres mi inmortalidad. - Kara no lo soportaba, sabía que iba a perderlo en cualquier momento, y no acusa del tumor, exactamente. Ella pasó sus brazos sobre los hombros, y tocó los omóplatos de Jhon, casi las podía sentir, vivas y escondidas. Las alas perdidas de Jhon.

Minutos más tarde, Kara lo besó por ultima vez. Miel y lagrimas. Jhon, fue declarado canónicamente muerto. Su corazon estaba muy débil a causa del accidente, y la restauración de los tejidos en su espalda no habían sido lo suficientemente rápidas. La vida de Jhon quedó en sus labios. Las alas nunca expuestas, no pudieron recordarse en la memoria de Kara. Los parpados grises quedaron cerrados, y las lagrimas de Kara brotaban sin parar.

Un niño pasó riendo por el pasillo, corría hacia la enfermera que la había guiado a la habitación de Jhon. La enfermera hablaba con un doctor, el camisón del niño y su cabeza calva relucían bajo las luces fosforescentes, la enfermera tenía los ojos inundados de lagrimas, el doctor tenía esa expresión de satisfacción que tienen los médicos, cuando uno de sus pacientes recibe una buena noticia - algo no muy frecuente en su trabajo - La mujer sostenía con debilidad unos papeles mientras el doctor le explicaba los resultados.

- No sabemos cómo, es un milagro, el cuerpo de Samuel se repara con rapidez, a este paso, logrará la recuperación exitosa en un intervalo de dos meses. Tiene usted un ángel, Jacqueline.

6 comentarios:

  1. Emma, esta excelente este relato, tienes una forma de narrar tan linda, escribes con tanta naturalidad. La verdad, es la primera vez que leo algo que publicas y es extraordinario. Por favor avisame cuando publiques de nuevo, porque con gusto seguiré leyendo lo que compartas. Te felicito.

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  2. Muchas gracias!!! y claro que te aviso!

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  3. Un bello relato Emma. Tierno y directo al corazón.

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  4. Si querias hacer llorar y sonreír a una persona. Felicitaciones lo has logrado.
    Te quiero hadita,
    Celina.

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  5. tonta... leo esto otra vez y vuelvo a llorar... simplemente me encanta... ¿como haces que una persona se siena a morir y al mismo tiempo vivir...? es hermoso

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